La Ejecutiva – 2da Parte

María José reúne los atributos que debe tener toda mujer que se respete. Irradia esa seguridad de una mujer que fue educada en los mejores colegios y universidades, muy apegada al catolicismo, suave y refinada, de conversación agradable, muy culta y discreta, de comportamiento irreprochable, prudente y amable.

Ella es una mujer de presencia dominante. Cuando entró a aquella sala fue como si todo lo que existiera allí quedara a su merced, bajo su total y completo control y soberanía, sobre esos tacos aguja que sabía llevar bien, una mujer delgada, blanca, de cabello esponjado y suelto se movía diligentemente en un traje oscuro de una reconocida marca internacional, claro, a la medida.

Extendió una mano hacia mí con su tarjeta personal entre los dedos y con la otra me invitó a sentarme señalando uno de los sillones del lugar, sin dejar por un segundo de mirarme. La oficina era amplia e iluminada, la decoración minimalista resaltaban la mesa, la alfombra y los sillones donde nos sentamos, en el fondo, una gran ventana que estaba siendo limpiada por una señora que no dejó de hacer su trabajo por nuestra presencia. María José se acomodó justo frente a mí y tomó un lápiz mientras ponía su fina mano encima de una hoja de papel haciendo sonar suavemente uno de sus costosos anillos en el vidrio de la mesa.

– Quería pedirle disculpas – inició María José – si dependiera de mi, esta reunión no tendría que haber sucedido.

– No tiene nada de qué disculparse – le contesté mientras me acomodé en el sillón y desabotonaba el saco de mi traje, dejando visible la marca para impresionarla – para eso existimos, para arreglar las cosas.

– Gracias por su comprensión – replicó María José mirándome fijamente, soltando un esbozo de sonrisa y agregó – bonito traje.

– Gracias, igualmente, tiene usted un gusto refinado por la ropa.

– Uno tiene que verse como se siente.

– Totalmente de acuerdo – hice una pausa – ¿puedo llamarla María José?

Era evidente que ella llevaba el rumbo de la corporación, tenía a su cargo todo el sistema protocolar y seguramente la mayoría de presentaciones así como el rumbo que deberían tomar toda y cada una de las relaciones. Pero si bien es cierto ella podía ser la presidenta honoraria del directorio, no quería decir que estuviera a cargo siempre y a toda hora, pues otras aprovechan alguna que otra ventana para hacerse cargo. Esta fue una de ella, y aquí estaba María José para poner las cosas en su lugar.

Una personalidad así debe tener matices en su intimidad de una mujer soberbia, ególatra, fría y calculadora. Con las fallas del sistema debe procurar ser lo más imponente en extremo, estoy seguro que no soporta más órdenes que la suya, y no acepta más razones que la propia. Si no, de que otra forma podría entender y afrontar esta responsabilidad.

Ella es sin duda alguna la mujer que siempre será la máscara con la que se muestra en sociedad, y con la que oculta las insospechadas debilidades, estaría allí siempre para proteger a sus seis hermanas, e intentará manipularlas para que vivan en armonía, asumiendo que todo lo que sucede es por democracia, por un deseo y bien común de las siete.

No la culpo, mi Yo Ejecutivo entiende a la perfección esa presión, y si bien es cierto pude sacar todas estas conjeturas simplemente viéndola, pues en ella pude ver mi propio reflejo, sabe en el fondo que nuestras corporaciones son más vulnerables de lo que aparentan, y la extraña forma de conocernos es una prueba de ello…

– Me gusta su propuesta, más no estoy muy segura que la corporación pueda aceptarla en su totalidad – dijo María José con una seriedad implacable – esto tendrá que ser debidamente consultado.

– Lo entiendo – respondí aun sabiendo y callando que tal reunión no se daría, la decisión la tenía ella e intentaba hacerme caer en su juego.

– Entonces… apenas sepa algo le haré saber

– Comprendo, muy agradecido

Ambos nos levantamos y ella me acompaño hacia la puerta, la señora que limpiaba el vidrio se acercó a limpiar la mesa y recoger las tasas y platos del café que me invitaron. Me abotoné el saco y antes de salir estreché su mano.

– María José – le dije abriendo la puerta – permítame darle un consejo

– Sí, claro, dígame – me dijo haciendo un no muy discreto remilgo.

– Hace un tiempo atrás yo comprendí que en mi directorio, yo era el más capaz, el inteligente, el elegido para ser quien lleve el control. Tropecé mucho en el intento y no funcionó. La vida es lo suficientemente compleja para que acepte y necesite de esas otras tontas opiniones, llámele menos inteligentes formas de actuar, y fue entonces cuando seguí estando en control pero esta vez desde otra posición – le guiñé el ojo – soy como el entrenador, ya dejé de ser el capitán.

No estoy seguro que entendiera claramente el mensaje, no sé siquiera por qué se lo dije después de verla reacia a recibirlo, quizá me sentí obligado pues en este punto yo sabía que esta relación seria, por llamarla menos, intensa.

 

 

  1 Comentario

  1. Miguel Angel Vásquez Rodríguez   •  

    Interesante… muy interesante la ejecutiva, ¿cómo serán las demás? ya estoy intrigado. Interesante trama, muy buenos diálogos… se nota más elaboración. Un abrazo primazo!!!

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