El Encuentro – Cuento

Ella está apoyada en la ventanilla 7A del avión que la llevará a miles de kilómetros de su país, el piloto avisó oportunamente el tiempo de vuelo, la altitud y velocidad entre otros datos, pero ella sólo mira de cuando en cuando su reloj, deseando que esos minutos pasen rápido para llegar pronto a su destino. Vuelve y mira las agujas del reloj pulsera swatch que compró dos años atrás por su cumpleaños y siente que el segundero anda con una inusual lentitud, siente que todo pasa en calma, menos los latidos de su corazón.

Reclina el asiento, lo inclina, se apoya en la ventanilla, luego en el espaldar, abre un libro, finge que lee, lo deja, busca en su cartera su ipod, intenta prenderlo, lo deja, ve el reloj de nuevo, mira el techo, transpira, ve la película, busca los audífonos para escuchar, lo deja, se reclina, respira profundo, vuelve a ver el reloj y piensa en que ya debería llegar.

Lo conoció hacían pocas semanas, el tipo llegó a su país para una charla y ella por encargo de su jefe “tenía” que asistirlo, y léase “tenía” con desgano pues las circunstancias que rodeaban ese evento en particular no eran las más gratas para ella. Y así fue, protocolar encuentro, charla enmarcada dentro de lo normal, cena moderada y acabó el día. El siguiente día de trabajo fue mucho más suelto, intercambiaron miradas, sonrisas, coquetearon y ahí pudo terminar todo pero ella le ofreció llevarlo al aeropuerto, de camino las risas no faltaron, los comentarios como “qué pena que me quedé dos días y no conocí nada” o “motivo para que regrese” eran de los que adornaban el corto trayecto al terminal.

Antes de despedirse en el aeropuerto, él le tomó la mano, y ella casi perdiendo la voz, en vez de decir un protocolar “gracias por su visita, vuelva pronto” le dijo sonrojándose “me hubiera gustado que se quedara un par de días más.”

Ahora nuevamente su cabeza apoyada en la ventanilla 7A del avión, se empaña por la respiración fuerte que le dejó su sonrisa al recordar su picardía, al atreverse a decirle semejante cosa, y peor aún, que él cancelara su vuelo y se quedara efectivamente dos días con ella. Comieron, rieron, pasearon, se conocieron, intimidaron y se amaron.

Y ahora ahí va ella, semanas después camino a verlo, su país quedaba muy lejos, así que decidieron encontrarse en un punto medio, un lugar donde le fuera fácil llegar a ella, y fácil llegar a él. Lo acordaron en sus interminables conversaciones noche tras noche desde aquel encuentro.

Estaba nerviosa, quería saber si todo lo que había estado pasando estas semanas era real, la duda la asaltaba de cuando en cuando pensando en que quizá él no era la persona que estaba idealizando, la asaltaba con mayor intensidad la fantasía de ver en él el hombre de sus sueños, de romper paradigmas y creer en el amor como nunca antes lo había hecho. Apoyada en su asiento jugaba con su reloj mientras lo veía.

Lo imagina sentado en un avión camino a verla, a la misma velocidad, hacia el mismo destino, en ese mismo momento, pero viniendo de un lado totalmente opuesto. No podía dejar de reírse, de soltar la risa nerviosa de quien se pilla haciendo una travesura, miraba nuevamente su aletargado reloj.

Él se tomó la delicadeza de escribirle una carta dos semanas después de conocerla, allí le había confesado el amor inexplicable que sentía hacia ella, el miedo que le provocaba no poder imaginar un futuro, la ilusión que le daba conocer a alguien con sus cualidades, y párrafos y párrafos hablando de su belleza. Ella no se había terminado de dar cuenta que estaba terriblemente enamorada, pese a que creía que estaba yendo “a ver qué pasaba.”

Su concentración se cortó de improvisto pues el capitán anunciaba el aterrizaje en breves minutos, ella guardó todo en su cartera y sacó su maquillaje, necesitaba pintarse, pues si sus cálculos eran exactos al salir del avión él ya habría aterrizado media hora antes, fue al baño, se lavó la cara, se cambió de blusa, regresó a su asiento se maquilló, acomodó el cabello, y de un diminuto gotero echó por su cuello la fragancia que lo volvió loco en su primer encuentro.

Caminado por la manga del avión, ya de bajada, repasó las mil y una escenas que tendría para cuando lo viera, no sabría si quedarse inmóvil, o quizá correr, gritar era una opción, llorar una más probable, pero sudar era la inevitable, no dejaba de caminar rápido y sentir un ligero temblor en su ser, ¡Qué emoción! Pensaba.

Al salir de la sala de embarque catorce buscó entre los curiosos y no lo vio, fue al monitor y verificó que efectivamente su vuelo había llegado hacia treinta minutos, fue corriendo hasta la sala veintisiete donde probablemente se quedó esperando y vio mucha gente embarcando ya para otra ciudad, no estaba allí; se confundió, regreso a su sala, la catorce, podía ser que entraba al baño, lo espero cinco minutos, diez, quince, entró en pánico. Cambió unos billetes de dólar y llamó a su celular, apagado. Se le ocurrió que perdió el vuelo, vio en el monitor y el siguiente llegaba en una hora, otro con escalas llegaba en tres, fue a la sala veintisiete, pidió saber si se embarcó y le respondieron que esa información era confidencial.

No tenía más remedio que esperar una hora si llegaba en el siguiente vuelo, fue a la sala dieciocho a esperarle, se sentó, puso la cara entre las palmas de sus manos y empezó a llorar, simplemente no quería pensar, se limpiaba el maquillaje arruinado por las lágrimas mientras miraba el reloj, desesperada de verlo pasar tan y tan lento.

En el siguiente avión no llegó, y en el otro tampoco, perifoneó su nombre y nadie acudió, entro a internet y no había rastro de él, llamó al hotel y nadie se había registrado aún, después de pensarlo mucho, cerca de seis horas después, llamo a su casa y le dijeron que “ha salido, ni idea si regresa”. Sintió morir.

Se sentó en el medio de una sala de espera vacía cerca ya de la media noche, sobre su pequeña maleta cargada de ropa para cuatro días, tres recuerdos de su país, y su cargamento de amores e ilusiones entreverados con su set de maquillaje y sus perfumes y soltó un llanto interminable, desconsolado, de aquellos llantos que casi no se escuchan pero que se sienten como a uno se le va el alma lágrima a lágrima y sollozo a sollozo

Así la conocí hace nueve años, yo llegaba de un vuelo largo desde Londres pasadas las tres de la mañana y me tope con esa conmovedora imagen, con esa increíble historia, y esa carita manchada por el maquillaje y la valentía de una mujer que no podía disimular un corazón roto, y hasta el día de hoy cuando pasamos (llegando, saliendo o en tránsito) por un aeropuerto guarda un silencio fúnebre y muestra una mirada incomoda.

  10Comments

  1. Miguel Angel Vásquez Rodríguez   •  

    Claudito!!!!! Que buen cuento!!! Al principio me pareció otro cuento reflexivo, que no son malos pero a veces se hacen pesaditos. Tal vez se podrían mejorar un poco los dos o tres primeros párrafos para darles mayor fuerza… el resto perfecto, el cuento toma una velocidad y un ritmo de primera… te va llevando ligerito hacia un sitio… despierta interés y ansiedad, luego.. el giro del último parrafo, sensacional!!!! En realidad hay un giro más y es el de la ausencia de él. Tienes que justificar una cosa, es importante: Por qué el no fue?? No tienes que decirlo todo, pero desliza alguna idea para jugar con la mente del lector.
    Muy bueno el cuento. Como siempre te digo, hay que mejorar algunos errorres pequeñitos de tiempos verbales y de concordancias género y número. También hay que evitar las tautologías innecesarias, o sea repetir la misma palabra dos o mas veces en una misma oración o párrafo. Buen trabajo!!! me gsutó mucho la idea, buena parte de la estructura y sobre todo el final!!!

    • Claudio Morgan   •  

      Gracias mi estimado y querido Miguel, ya sabes como es mi estilo, quien sabe porque no fue, quizá si, quizá no, por ahi algo dice entre lineas que podría darle a cada quien una pista, gracias por los comentarios y sugerencias! salud

  2. ARELY CALDERON   •  

    Señor Claudio, especialista en los finales inesperados y las vueltas del destino. Me gusto mucho, un abrazo.

  3. Beatriz   •  

    Claudio, buen día.. me encantó, pero me gustaría saber por qué no llegó?? pero si lo dejas a mi imaginación pienso que murió, porque el encuentro era un hecho.

    • Claudio Morgan   •  

      Hola Bea que gusto saber de ti, que gusto que te gustara, pero si, lea entre lineas, quizá por ahí este la respuesta a tu pregunta

  4. Jorge Jiménez   •  

    Hmmm, aeropuerto una vez más!
    Encuentros y desencuentros, la esencia de nuestra vida moderna.
    No sé sí sea necesario explicar porqué él nunca llegó, creo que debe haber algo en la imaginación de cada lector y darle el final que cada uno desee con los elmentos que nos regala el cuento.
    Esperamos una segunda parte?
    Me gusta el elemento de sorpresa y la descripción narrativa de los detalles que pintan las cotidianas escenas.
    100 puntos Claude!!!

    • Claudio Morgan   •  

      segunda parte… puede ser ah!! voy a someterlo a votacion, gracias por tan amables palabras mi estimado y apreciado Pana

  5. Gretha   •  

    Wow! Me gustó mucho Claudio. Estaba leyendo la última parte con lagrimas en los ojos cuando el esenlace final me sorprendió!!! Felicidades por tan buena historia. Como dicen creo que la razón por la que él no llegó no importa, lo que creo que importa es lo que pasó debido a esto. Como dicen lo malo puede ser bueno al mismo tiempo. Felicidades nuevamente!!!!!

  6. Gretha   •  

    Wow! Me gustó mucho Claudio. Estaba leyendo la última parte con lagrimas en los ojos cuando el desenlace final me sorprendió!!! Felicidades por tan buena historia. Como comentan anteriormente creo que la razón por la que él no llegó no importa, lo que creo que importa es lo que pasó debido a esto. He escuchado decir en ocasiones que lo malo puede ser bueno al mismo tiempo y creo que puede ser verdad. Felicidades nuevamente!!!!!

  7. Josefina Zegarra   •  

    Supongo que él no fue al ancuentro, por ese miedo del que hablas, el que no le dejaba verla en su futuro?.

    Me encanto el final, un rumbo diferente.

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